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Marrakech, el aura mágica de la ciudad roja

Descubre uno de los destinos más exóticos y próximos a España a través de la mirada del periodista de moda y ‘lifestyle’ José Luis Coloma. Sumérgete en este viaje virtual y toma nota de qué visitar , cómo hospedarte en un riad de encanto, dormir en el desierto o dónde saborear un delicioso cóctel mientras ves atardecer con música chill.

Marrakech es uno de los destinos más apetecibles cuando nos cautiva la idea de viajar al país vecino. Es una de las cuatro ciudades imperiales del país junto con Meknes, Fez y Rabat. Aunque no es la capital, ya que este título lo ostenta Rabat, gracias a su efervescencia cultural y a sus conocidos habitantes a lo largo de la historia es reconocida como uno de los mayores epicentros de la creatividad. De Winston Churchill, a Yves Saint Laurent o los Rolling Stones ha paseado por sus misteriosas y angostas calles. Una ciudad personal y única que siempre sorprende al visitante. Y que, por muchos años que pasen, siempre conserva ese aura mágica que captura a cualquier persona que pone un pie sobre su calles rojizas.

Aterrizar en la ciudad ya es una exquisitez para los sentidos. El olor a flor de naranjo, uno de los más representativos de la ciudad, te captura en el coche por todas las avenidas que se dirigen al centro de la ciudad. Hablar del centro es hablar de la plaza Jemaa-el-Fna, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, que recobra la vida al anochecer, cuando se llena de colores, olores y ruidos, bailarines, tragadores de fuego, acróbatas, encantadores de serpientes y adivinos. Está situada en la Medida y es entre las murallas de este gran barrio donde pasarás la mayor parte de tu tiempo en la ciudad. En Jemaa-el-Fna tendrás que hacer varias paradas obligatorias si quieres vivir la verdadera experiencia marroquí. Por un lado, a degustar en unos de sus numerosos puestos los frutos secos y dátiles y zumos de naranja con los que cuenta la plaza por el día. Por otro, ver atardecer desde el Café de París, una de las vistas más icónicas de esta sensacional plaza que cuando cae el sol, cambia por completo su funcionalidad y se llena de puestos de comida tradicional, donde deberás probar el asado de cordero o una sopa Harira, uno de sus platos más reconocidos. Pero hay mucho más…

Qué visitar

Jardín Majorelle, Museo de Arte Islámico y Museo Yves Saint Laurent. Aunque fue creado en la década de 1920 por los artistas franceses Jacques y Louis Majorelle, el jardín es conocido por ser la residencia del diseñador Yves Saint Laurent. La espectacularidad del espacio rodeado por murallas con uno de los jardines más bonitos del mundo –con piscinas, cactus gigantes, bambúes, palmeras y plataneros– es uno de los reclamos de la ciudad, que además alberga también el Museo de Arte Islámico. A pocos metros podemos encontrar el museo dedicado al modisto, diseñado por el estudio de arquitectura KO, que cuenta con una amplia muestra de las creaciones del diseñador a lo largo de su trayectoria (www.jardinmajorelle.com).

Tumbas Saudíes. Es uno de los lugares más visitados del país. Se encuentra a pocos pasos de Jemaa-el-Fna, en un callejón muy angosto con puestos perfectos para que turista pueda comprar y disfrutar del placer del regateo en la ciudad. El jardín interior está dominado por dos mausoleos independientes, con más de 100 tumbas decoradas –de los cuales 66 están ocupadas por miembros de la familia real– con mosaicos esparcidas a sus alrededores. Hay que tomarse su tiempo para visitar, ya que suele ser un lugar muy concurrido.

Palacio “El Badi”. Fue la localización elegida para presentar la colección Crucero 2020 de la maison Dior y es que el entorno aún guarda el encanto del que fue considerado el palacio más bonito del mundo con 360 habitaciones decoradas con mármoles, oro, marfil, madera de cedro y piedras semipreciosas. Poco queda de aquella espectacularidad, pero merece la pena perderse por esta joya arquitectónica.

Mezquita Koutoubia. El minarete de la mezquita Koutoubia es la primera visión que se tiene de Marrakech al acercarse a la ciudad. Fue construido en el siglo XII y es el edificio más alto de la ciudad. Además de uno de los monumentos más antiguos de la arquitectura clásica marroquí. Su similitud con La Giralda de Sevilla será la broma perfecta que los marroquíes te harás al saber que eres español.

Royal Mansour y La Mamounia. Hay dos hoteles que merece la pena visitar, aunque no vayas alojarte en ellos. Son los más caros de la ciudad y de los más lujosos y exclusivos del mundo. Pero, ¿y si te tomas un cóctel al atardecer? El Royal Mansour –perteneciente a la familia real marroquí– y La Mamounia, dónde se han alojado todas las celebridades más relevantes del siglo XX. No que decir tiene que, en ambos, los jardines son visita obligada, así como degustar alguno de sus cócteles en los bares de su interior.

Para perderse

La Medina es el lugar perfecto para olvidarse de la orientación y la localización a través de móvil. Guárdalo y disfruta. Nada como los zocos de la ciudad  –situados pasados el arco situado al norte de la plaza Jemaa-el-Fna– son el destino para los amantes del regateo y las compras tradicionales. Aquí entornarás todo lo que siempre imaginaste. No intentes guiarte por ellos y disfruta del placer de perderte. Cada sección está especializada en un tipo de artículos (joyas, especias, artículos de madera, babuchas, chilabas, etc.). También encontrarás medicina tradicionales y lociones destinadas a mantener lejos a los jinn (espíritus), responsables de una gran cantidad de males. Merece la pena visitar aunque no tengas intención de comprar, el ambiente lo vale. Además, por toda la Medina hay tiendas y puestos que te harán disfrutar al máximo de las compras de artesanía más ‘cool’. Recorrer la Medina a pie es el verdadero encanto de la ciudad.

Para desayunar/comer/cenar

La mayoría de los riads incluyen el desayuno en el precio del alojamiento. Aún así, resérvate un día para ir a Gúeliz –el barrio de la ciudad nueva– y desayunar en el Grand Café de la Poste (grandcafedelaposte.restaurant), es un auténtico lujo. Y a un precio muy recomendable. Restaurantes como Le Jardín, Café des Épices o la Terrase des Épices, todos de los mismos dueños, están llenos de turistas, pero se come fenomenal en un entorno decorativo que despierta los sentidos. Cous cous de verduras, tajine de pollo o cordero, la pastela de paloma y un sinfín de propuestas culinarias marroquíes serán más que suficiente para que conozcas las bondades de su cocina. El Cafe Clock o el Atay Cafe son otros de los sitios en los que podrás tomar un crepe con miel o un té a la menta –la bebida estrella de Marruecos–, además de disfrutar de música en directo. Por la tarde dirígete al restaurante Kabana (www.kabana-marrakech.com) para tomar algo, ver atardecer y cenar con música chill. ¡Es fantástico!

Para dormir

La ciudad cuenta con más de 1.000 riads para alojarse. Los riads son construcciones con patios interiores donde dan todas las habitaciones. Suelen contar con jardines y piscinas, por lo que algunos son verdaderos oasis urbanos. Lo mejor es que busques en alguna de las webs de alojamientos el que más se adapte a tus gustos. Uno de mis favoritos es el Riad El Fenn que cuenta con restaurante y una tienda de diseño marroquí, que reúne a algunos de los creadores más innovadores del momento.

Pero ten en cuenta algunas pequeñas recomendaciones. La primera de ellas es que esté en la medina. Aunque al principio puede que te sientas perdida y no sepas si va a ser capaz de volver a él en cuanto salgas por la puerta, la experiencia sensorial es mucho más potente si estás dentro del ‘casco antiguo’ de la ciudad. La segunda recomendación es que no lo elijas cerca la plaza, es demasiado turístico. A veces es necesario perderse para volver a encontrarse, ¿no crees?

Si lo que buscas en un resort o un hotel de estilo europeo, lo podrás hacer en Guéliz –que es la ciudad nueva– o en el palmeral, declarado patrimonio de la Humanidad. Será como si estuvieras de fiesta en Ibiza o Miami, pero con olor a especias. Depende de tus gustos.

Para escaparse

Si vas más de tres días a Marrakech, dormir en el desierto es un verdadero sueño. Eso sí, ten en cuenta que está lejos de la ciudad –a unas siete horas en coche–, por lo que necesitarás dos o tres días para poder disfrutar de la experiencia completa. Si te animas a hacerlo te recomendamos Scarabeo Camp (www.scarabeocamp.com), es un verdadero espectáculo para los sentidos.

Si por el contrario eres de mar, puedes escaparte a la ciudad pesquera de Essaouira. Tardarás solo tres horas y puedes hacerlo en autobús o con taxi privado. Pasar la noche allí tiene mucho encanto, el amanecer es precioso. Es una ciudad amurallada totalmente pintada de blanco y azul, donde podrás practicar windsurf o ver a los pescadores en el muelle vender su mercancía recién pescada mientras las gaviotas sobrevuelan alrededor, con cara de pocos amigos. Merece mucho la pena.

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